miércoles, 11 de mayo de 2016

Conoce a bordo del Djinn el Parque Natural de Calblanque



Sólo cuatro kilómetros al sur de las urbanizaciones de La Manga, existe un litoral intacto de afiladas puntas de pizarra, bosques de pinos carrascos y sabinas moras, dunas y grandes playas. Por no haber, no hay ni casas a la vista y las calas recogidas ofrecen la intimidad perfecta para desconectar. Es como si, al doblar el cabo de Palos, se viajara por un túnel del tiempo a la ribera que vio Asdrúbal el Bello, fundador de Cartagena.


Otra joya del Parque Natural de Calblanque son sus salinas, donde habita el fartet, un pececillo carnívoro en peligro de extinción y tan difícil de hallar como la soledad en la costa mediterránea. Excepto aquí, claro.

Al lado mismo de Calblanque está cabo de Palos, puerto y reserva marina (junto con las Islas Hormigas, que son su prolongación) ideal para organizar una jornada de buceo con amigos entre los muchos barcos que se han ido a pique en estos peligrosos bajos: el mítico transatlántico Sirio, el Carbonero, el Naranjito… Y sin preocuparnos demasiado por el tiempo que va a hacer pues raro es el día que en esta zona no brilla el sol.

Playas vírgenes y espectaculares fondos marinos.

También es el sitio indicado para degustar el típico caldero (arroz, pescado y productos de la huerta cocinados en un recipiente de hierro fundido, de ahí su nombre), un manjar de pescadores que podemos degustar en familia o en pareja en los restaurantes La Tana y Miramar. Otro buen plan es acercarse hasta Cartagena. Entre visitas a museos como el Nacional de Arqueología Submarina ARQVA o al Teatro Romano, que gustará tanto a mayores como a niños, siempre podemos degustar unos michirones, el guiso típico de la zona a base de habas secas, hueso de jamón y chorizo.

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