El Djinn zarpó de Cabo de Palos, navegó hasta Alicante para recoger a todos los tripulantes y con muchas ganas de pasarlo bien se puso rumbo a Formentera, donde las aguas turquesas, las dunas y las playas de arena blanca esperaban para dar la bienvenida.
Nada más subir a bordo disfrazamos al prometido, de Popeye, para dar alegría a la travesía y después de una mariscada en la cubierta, comenzamos con los gin tonic, que hicieron el viaje más corto para todos.
Las risas, la comida, las vistas espectaculares, los atardeceres y la buena compañía hicieron de esta despedida un reencuentro.
Solo el que tiene la oportunidad de navegar en un velero como este, puede comprender el vínculo que se crea y las sensaciones tan diferentes que se experimentan.
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